Al Imâm Muwaffaq Ud Dîn Ibn Qudâmah Al Maqdisî (que Allâh le haga
misericordia) dijo:
«Podemos concebir el contento respecto a lo que es contrario al deseo. Así,
cuando el hombre está expuesto al sufrimiento, puede sentirlo y darse cuenta de
él y esto aceptándolo y deseando mentalmente su aumentación aunque lo deteste
por naturaleza, pero esperando la retribución que seguirá. Es por ejemplo el
caso del que viaja en búsqueda de un provecho, se da cuenta de las dificultades
del viaje, pero su amor por el fruto de su viaje devuelve para él las
dificultades aceptables y agradables. Así, el que está probado por una
desgracia impuesta por Allâh (exaltado sea) y que posee la certitud espera una
retribución más importante de lo que habrá aguantado. Acepta lo que aguantó y
alaba Allâh (exaltado sea) por ello. Hasta ocurre que estemos sumergidos por el
amor al punto que el amante no aspire sino a vivir según la Voluntad de su
Amado, y a esto se debe la ausencia de toda sensación de sufrimiento, gracia al
dominio de este amor. Eso es totalmente normal, siendo que el combatiente, por
ejemplo, no siente las heridas que pueden alcanzarle durante sus momentos de
arrebatos o de temor, porque su corazón es totalmente abstraído. De hecho,
cuando el corazón está abstraído por algo, no percibe lo que está alrededor. Y
esto es presente en todo lo que constatamos como experiencias en la vida.
Al Junayd decía: «Pregunté a Sârî As Saqatî: «Es que el
amante siente el dolor de las pruebas?» Me respondió: «No. Y nos fue relatado
que muchos probados decían: «Aun cuando se nos cortaría en pedacitos, no sentiríamos
sino más amor. ». ». »
Ya fue indicado que el exceso de amor elimina la sensación del dolor. Esto
es totalmente concebible en el amor de las creaturas, como lo atestigua el
ejemplo siguiente que nos relata un hombre: había entre nuestros vecinos un
hombre que estaba enamorado de su sirvienta. Un día la sirvienta se enfermó. Se
puso a prepararle una sopa. Mientras removía el caldo en la olla, la sirviente pegó un grito
[de dolor]. Sorprendido, hizo caer la
cuchara en la olla y siguió removiendo el caldo con su mano, hasta que sus
dedos caigan los unos después de los otros… sin que se diera cuenta.
Y esto es confirmado por la historia de las mujeres que vieron a Yûsuf (la
Paz esté con él): se cortaron los dedos sin sentir el dolor.
Resulta de lo que acabamos de ver que el contento respecto a lo que es
contrario al deseo no es imposible. Y si resulta posible hacia las creaturas,
su posibilidad hacia Allâh (exaltado sea) y la vida futura debe de ser más
concebible. Esta posibilidad es concebible bajo tres casos:
El primero: el hecho de que el creyente sepa que el
arreglo de Allâh es mejor que el suyo.
El Profeta (que La Paz y Las Bendiciones estén con él) dijo, en el sentido:
«Jamás Allâh decretó algo para el creyente sin que fuera
lo que hay de mejor para él.»
Así, Mak-hûl relata lo siguiente: «Escuche
Ibn ‘Umar que decía: «El hombre suele consultar a Allâh para que le diera lo
apropiado. Se irita por eso al principio pero cuando ve las consecuencias se da
cuenta de que este era lo que había de mejor para él. ». »
Masrûq relata lo siguiente: «Un hombre que vivía en
el campo tenía un perro, un burro y un gallo. El gallo despertaba su familia
para la oración. El burro servía para transportar el agua y para sus
desplazamientos y el perro servía de guardia. Un zorro vino y comió el gallo, la
gente de esta familia se puso triste pero el hombre dijo: «Ojala sea un bien!» Luego
un lobo devoró el burro, se pusieron triste pero el hombre dijo: «Ojala sea un
bien!» Luego el perro murió y la gente de la casa fueron afligidos, pero el
hombre dijo: «Ojala sea un bien!» Y una mañana se despertaron y se enteraron de
que toda la gente alrededor había sido tomada en cautiverio [durante la noche].
Fueron atacados [localizados por el] ruido y el jaleo que había en sus casas,
mientras que la familia del hombre no tenía nada que pudiera atraer la atención
desde que había perdido su perro, su burro y su gallo.» […]
El segundo: el contento del sufrimiento debido a la
recompensa esperada, como ya fue indicado, notamente a través del ejemplo de la
tomada de medicamentos esperando la curación.
El tercero: el contento del sufrimiento, no por lo que
espera en el más allá en retribución de lo que pasa, sino únicamente porque se
trata de la Voluntad del Amado.
Así, para tal hombre, la cosa la más agradable es la que lleva a la
satisfacción de su Amado, incluso si esa cosa causa la perdida de este hombre. Como
alguien lo decía: «No hay dolor para una herida que os
contenta.»
Ya fue dicho que el amor dominaba al punto de devolver insensible al dolor.
Esto no debe ser negado por el que no tiene acceso a tal predisposición. Si
está privado de ella, es porque está desprovisto del motivo que la devuelve
posible, o sea el exceso de su amor. Es decir que el que no probó el amor no
puede conocer sus maravillas. Por mi vida! El que pierde el oído niega el gusto
de los sonidos y de las melodías, y también es el caso del que pierde el corazón,
cuando niega estos placeres que no tienen fuente que el corazón mismo.»
Fin de citación.
Referencia: Mukhtasar Minhâj Ul Qâsidîn del Imâm Muwaffaq Ud Dîn Ibn
Qudâmah Al Maqdisî Al Hanbalî (que Allâh le haga misericordia). Traduit aux éditions Iqra
sous le titre Revivification de la
Spiritualité Musulmane.
Fuente: www.at-tawhid.net
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