.Quien se conoce sí mismo no puede ser engañado por la elogia que la gente hace de él

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Extracto de Sabiduría Celeste
.Quien se conoce sí mismo no puede ser engañado por la elogia que la gente hace de él


por el Sheikh
Ahmad Al-'Alawî






Quien conoce los vicios de su alma no puede ser engañado por la elogia que la gente hace de él; de hecho no podría renunciar a su propia certitud para adoptar la opinión de los demás. Ibn 'Atâ' Allâh dice en sus Aforismos: « El más ignorante de los hombres es él que renuncia a lo que sabe de sí mismo para adoptar la opinión de los demás.» Cuando un discípulo quiso un día hacer la elogia de su maestro, este empezó a llorar y dijo: «Me conozco mi mismo mas que tú me conoces. » Así son los maestros de la equidad: no se dejan engañar por la elogia que la gente hace de ellos porque se conocen mejor que nadie. En cuanto al ignorante engañado, le gusta mucho que se le elogie, y eso –increíble!- a pesar de la cantidad de transgresiones por las cuales es culpable y que solamente él conoce.

Según Hârith al-Muhâsibi, él que aprecia la elogia de los demás le parece a alguien a quien le gustaría la broma que se le haría diciendo: « Tus excrementos tienen olor a almizcle», y se alegraría de eso..

Ibn 'Abbâd [1] dice lo siguiente: « Sin ninguna duda, sus propias faltas y sus propios vicios, de los cuales todo servidor tiene conocimiento, apestan y son mas impuros que sus propios excrementos: todo eso es del mismo orden. » Pero en este último caso, el servidor del cual se hace la elogia sabe que su panegirista [2] ignora sus faltas y sus vicios (contrariamente al caso precedente en el cual el simpático conocía muy bien la victima de su broma). Solamente una persona que no tiene ningún valor por Dios puede tener tal actitud; si pensaba un poco, renunciaría a tales ilusiones y se daría cuenta de su error. Como no estaría equivocado entonces que, viéndose si mismo en el medio de las transgresiones, toma en serio las palabras de una persona que no sabe nada de él? Si este le conociera realmente, no le frecuentaría y menos haría su elogia, excepto eventualmente para burlarse!

Sepa que el conocimiento de Dios depende del conocimiento del alma, al principio como al final del camino. Al principio, la conocemos a través de sus defectos y le atribuimos entonces lo que le debemos, así como reconocemos a la Divinidad las perfecciones que hay que atribuirle, es por eso que el
Profeta (صَلــَّى اللهُ عَلـَيْهِ و سَلــَّمَ) dijo en el sentido: « Quien le conoce a su alma le conoce a su Señor [3].» Dijo también en el sentido: « Dentro de vosotros, él que mas conoce su alma es él que mas conoce su Señor [4]. » De hecho, más el hombre conoce su alma, más conoce su Señor, debido al hecho que todas las formas de cualidades o de alteridades se encuentran en ella.

Cuando el alma se ha purificado de sus vicios, adoptando las cualidades perfectas, el conocedor no debe mas limitarse al conocimiento de su alma pero debe al contrario buscar sin descansar el sentido interior de la palabra: « Quien le conoce a su alma le conoce a su Señor », porque contiene un secreto escondido. El conocedor debe buscar concentrándose en la proximidad de Dios, hasta que Le encuentre más cerca de él que lo es él mismo. De hecho el alma es parecible al infiel: « El muy sediento cree que es agua, hasta que, llegado allá, no encuentra nada. Si encontrara, en cambio, a Allah junto a si y El le saldara su cuenta » (24, 39). Si se hubiera interesado en lo que ocurre al exterior de sí mismo, se hubiera extraviado y hubiera confundido el día con la noche. Pero los hombres de Dios se bastan de sus propias almas y buscan en esta la proximidad de Dios; y la encuentran después de haber desaparecido ellos mismos [5].

Mulay l-'Arabî al-Darqâwî dijo a uno de sus discípulos que quería conocerle a Dios: « Tira tu libro y excava en la tierra de tu alma hasta que el agua brote de esta, si no, vete! » Es la única manera de conocerle realmente a Dios. Toda persona inteligente sabe que Dios esta más cerca de sí que sí mismo: como podría ser entonces que haya adentro del Trono mas de proximidad que en el hombre? Imposible, porque Está más cerca de él que su misma vena yugular » (50,16). No conviene decir que Dios pueda acercarse de una cosa, o al contrario alejarse de esta, porque está cercano de cada cosa, y nada no está excluido de esta proximidad! Pues, que no le hagas caso a nada de lo que ocurre al exterior, viajero! Acaso no escuchaste Su Palabra (41, 53) : « Les mostraremos Nuestros signos fuera y dentro de sí mismos hasta que vean claramente que es la Verdad.» Entonces, vuelve a ti mismo y busca esto, porque te bastara.

Se ha dicho lo siguiente:
Eh tú que te dejas distraer de tu secreto!
Mira, y veras en ti toda la existencia.
Eres el hombre perfecto, considerando la realidad espiritual y la vía,
Tú que reúnes el divino secreto.

La gente no se da cuenta de quienes son!
Eh tú que buscas la Verdad,
Lo que te dice mi voz, escucha!
Es de ti que sale la vía,
Y es a ti que se trata de llegar.

Nuestro maestro, Sîdî Muhammad al-Bûzîdî, dijo a uno de sus discípulos:
El secreto te rodea integralmente,
Si solamente realizabas todo lo bueno que hay en ti!
De los secretos de tu Señor, eres el recipiente,
Eres una forma que embellecen los depósitos que están en ti.
Todo lo que existe en el Trono y sobre la tierra está en ti;
En ti también residen el futuro y el pasado.
Es tu espíritu que es el objetivo, lo que deseas esta en ti;
Y es tu apariencia exterior que te oculta del secreto.


Las alusiones del Pueblo [6] son diversas, pero todas llevan al conocimiento del alma, confirmadamente a la palabra del Profeta : « Quien le conoce a su alma le conoce a su Señor. »

Si los vicios del alma son tan numerosos, es porque se trata del soporte de los secretos de Dios. Aspirante, no se trata de abandonar tu alma ni de tratarla en enemigo, pero de acompañarla y de aislarse con ella, afín que te haga descubrir lo que contiene [7].

Al-Majdhûl, el maestro de los maestros de esta comunidad, dijo en este sentido:

En cuanto a tu alma, intenta dirigirla;
Ocúpate de ella de noche y de mañana,
Puede ser que en tu poder caya,
Y como cazador andarás, utilizándola.

Ô mi Dios, haznos conocer nuestra alma y aléjanos de su mal, Tu que escuchas nuestras oraciones!

Notas :
[1] Ibn 'Abbâd al-Rundî, sufi del siglo XIV nacido a Ronda en Andalucía e inhumado en Fes, es el autor de un comentario muy famoso de los Aforismos de Ibn ‘Atâ Allâh.
[2] El que le elogia a alguien.
[3] Suyûtî, Kitâb al-durar al-muntathira, harf al-mîm ; 'Ajlûnî, Kashf al-khafâ', n° 2532. Según Ibn 'Arabî, este hadîth, si no está autentificado por su cadena de transmisión, lo es por el alumbramiento espiritual.
[4] En su comentario del precedente hadîth,  'Ajlûni cita una versión ligeramente diferente de esta, refiriéndose al Adab al-dîn wa l-dunyâ de Mâwardî.
[5] Es decir que la razón de ser del alma es la misma que la razón de ser de la infidelidad: un camino hacia la Verdad. Cuando comprendemos su realidad la más profunda, la ilusión de que pueda tener una actividad autónoma desaparece, y entonces la Verdad aparece.
[6] Al-qawn: el pueblo, la tribu, es decir los sufis.
[7] En los comentarios precedentes, el autor negaba toda cualidad positiva al alma. La contradicción aparente se debe al hecho de que el alma corresponda a la afirmación del yo individual, por una parte, y al secreto de la Presencia divina, por otra parte. Así, cuando afirmamos la necesidad de su extinción, es porque consideramos que su pretensión a ser alguien es lo que más le oculta de la señoría divina. Sin embargo, la existencia misma de esta pretensión prueba su naturaleza y su origen espirituales. Por consecuente, conocer su aspecto negativo de afirmación del yo individual, es reconocer ipso facto la verdad que disimula en sí misma, sabiendo que no se trata aquí de un reconocimiento teórico o solamente mental, sino de una realización a través de una extinción real
[8] Sidi ‘Abd al-Rahmân al-Majdhûb, maestro shâdhili (m. 976/1569) inhumado en Meknes, es uno de los eslabones de la silsila de la tarîqa 'Alawiyya. Sus poemas transmitidos por vía oral son muy conocidos en Norte-África. Cf. A.L. de Prémare, Sîdî 'Abd al-Rahmân al-Majdhûb, Mysticisme populaire, société et pouvoir au Maroc au 16è siècle, Rabat, 1985.


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